En una época de incertidumbre, de múltiples demandas que ni el Estado ni el mercado existentes saben cómo responder, las respuestas se están gestando en cuencas creativas de base ciudadana. Esos no son simplemente nuestros recursos o nuestra materia prima, esa es la realidad en la que vivimos y que contribuimos a producir. Esa es nuestra red y producimos para con y desde esa red.
Como cooperativa, queremos optimizar los procesos de producción de saberes para hacerlos aplicables y transferibles a problemas concretos. De la misma manera que las cooperativas de Software libre realizan servicios a la que vez que producen código abierto y compartido, creemos que es posible sostener una cooperativa que realiza servicios de formación y consultoría con y para el común.
Si los departamentos de innovación han detectado que los conocimientos con mayor valor añadido está más allá de los muros de las empresas, queremos que nuestra cooperativa forme parte de esa fábrica social que crece lejos del viejo modelo. Sistematizar saberes o información no es sinónimo de privatizarlos o responder a demandas sociales de manera opaca. Sabemos dónde nos lleva ese modelo de gestión y producción de conocimiento privativo, es el momento de practicar experiencias empresariales que se muevan en una lógica inversa.
Esos saberes sociales que emergen de prácticas con capacidad de transformación social apuntan hacia una nueva institucionalidad. Nuevas formas de institucionalidad que parten de entender la gestión de lo público en una dimensión amplia, donde la gestión comunitaria juega un papel crucial.