A menudo entendemos la gobernanza como algo mejor y de mayor calidad que un gobierno representativo tradicional, siempre sospechoso de ser jerárquico y opaco. Se supone que la gobernanza distribuye el poder público, hace partícipe a más actores en la toma de decisiones y de esta manera es un gobierno más plural. Pero ¿es realmente así? ¿gobernanza significa, en la práctica, más democracia?
Si miramos la práctica efectiva, las ciudades no han sido construidas sobre una base de equidad y cooperación entre los actores. En ciudades como Barcelona, la llamada gobernanza ha privilegiado los intereses de los actores privados respecto de los sociales-comunitarios. En efecto, se han construido dos estructuras paralelas no se tocan entre ellas y que manejan poder urbano de manera muy desigual. Por un lado, las colaboraciones público-privadas, donde diversos oligopolios privados gestionan áreas muy importantes para la economía y la vida en las ciudades. Por otro lado, las políticas de participación, que apenas tienen capacidad para marcar la agenda y las políticas públicas.
Sobre estas y otras cuestiones, centró Laia Forné de La Hidra su intervención en la Biennal de Pensament de Barcelona. Fue dentro de la sesión ¿Cuánta participación puede soportar la democracia?, junto a José Luis Moreno Pestaña y Michelle Della Morte.