
Texto de la primera sesión del curso La participación ciudadana a debate. El objetivo principal de esta primera sesión fue situar las ambivalencias de la participación institucional. No tanto preguntarnos si la participación es útil o inútil, sino partir de una experiencia práctica y de su revisión histórica para repasar problemas, retos y tantear ideas presentes o futuras. Sin irnos muy lejos, nuestra experiencia práctica seleccionada fue Barcelona. En concreto, la larga ruta de la gobernanza participativa en Barcelona y sus diferentes ciclos.
1. ¿Qué gobernanza?
Analizar la gobernanza pasa por mirar de manera precisa cómo han operado los diferentes mecanismos institucionales que prometían producir un «gobierno en red». Es decir, la promesa de una distribución de la toma de decisiones que supera la concentración del poder en los confines de la administración pública. Se ha solido identificar la gobernanza con un conjunto de mecanismo para tratar con una amplia gama de problemas y conflictos. La gobernanza como un acuerdo entre actores (públicos, privados, sociales) que llegan regularmente a decisiones mutuamente satisfactorias y vinculantes mediante la negociación entre sí y cooperando en la aplicación de estas decisiones. Una visión bastante idílica. Pero también se han ido acumulando críticas a esas formas de entender «el gobierno en red». En la siguiente tabla se muestra un resumen de argumentos positivos y argumentos críticos.
Uno de los problemas principales de los enfoques más «optimistas» es que bajo la pretensión de ser “científicos”, se presentan como neutros y omiten las dinámicas macro y micro que producen un tipo u otro de gobernanza. Para analizar la gobernanza de un contexto concreto, hay que observar la materia que la produce: sus discursos, sus prácticas, su territorialidad, sus dependencias.
El primer reto de esta sesión del curso era partir de una definición más compleja, que tomara en cuenta la dimensión multiescalar y conflictiva desde la que se genera una forma de «gobierno en red» a nivel urbano. Es decir, entender la gobernanza no tanto como conjunto de mecanismos neutros de los que esperar un «mejor gobierno», sino como producto conflictivo entre dinámicas de transformación social y dinámicas capitalistas que operan en diferentes escalas. La gobernanza como suma de arreglos institucionales que intentan gestionar, resolver, reconciliar o que son producto directo de la colisión entre prácticas de base social, poderes locales y dinámicas capitalistas multiescalares.
Esos arreglos institucionales son, por ejemplo, empresas de capital mixto, la arquitectura participativa institucional de la ciudad, planes de coproducción de políticas, comisiones intergubernamentales o modificaciones sobre la planificación del territorio. Por tanto, la gobernanza incluye a los mecanismos participativos, pero también otros sin duda menos democráticos. A partir de esas ideas, se lanzaron algunas reflexiones para saber de qué está hecha y cómo se produce la gobernanza urbana de Barcelona, poniendo en diálogo las dinámicas de escala global y de escala local. La gobernanza urbana en Barcelona no se puede explicar si no se tiene en cuenta la historia de los movimientos vecinales y la conquista desde abajo de espacios democráticos a la vez que se analizan las dinámicas institucionales que han querido situar Barcelona en el mercado competitivo de ciudades a escala global.
2. Gobernanza urbana en Barcelona
Barcelona ha sido una máquina urbana de producción de consensos, pero también, una máquina de producir disensos. Esta doble dinámica ha llevado a continuas tensiones, negociaciones y a la asunción de demandas sociales, construyendo ciudad bajo la hoja de ruta marcada por la conquista social de la ciudad, pero también bajo arreglos institucionales que han seguido a pies juntillas una visión de ciudad capitalista y «cosmopolita». La historia de Barcelona se podría resumir como una continua producción de consensos amplios y a su vez como la producción de disensos que han conseguido escalar a nivel metropolitano. Una batalla continua entre la Rosa de Foc frente a la marca Barcelona y, vuelta a empezar.
Hay otro elemento que hace esta doble dinámica más compleja. La gobernanza dispone de mecanismos para intentar extraer valor de la producción de diferencia, incluso de los disensos que emergen a nivel urbano. Como señalaba David Harvey “si todos, desde artistas punk y raperos hasta los yuppies y la alta burguesía, pueden participar en la producción de una imagen urbana mediante su producción de espacio social, todos pueden al menos experimentar cierto sentimiento de pertenencia al lugar” (Harvey, 1998). Estos mecanismos de comodificación del disenso, han sido una y otra vez detectados por la ciudadanía, señalando los síntomas de agotamiento de una ciudad que busca producir valor diferencial a toda costa. La cooptación institucional y mercantil en Barcelona ha descubierto sus límites, incluso en los ciclos más sofisticados de absorción o desgaste del disenso.
3. La participación, una historia de luces y sombras
En diferentes fases, el Ayuntamiento de Barcelona ha ido produciendo espacios formales de participación como comisiones, audiencias, mesas, consejos, foros o Normas Reguladoras de la Participación Ciudadana. Como ya señalábamos, esta apuesta por la participación ciudadana se inscribe dentro del “Modelo Barcelona” de gobernanza urbana basado en elementos como la cooperación multinivel, la cooperación público-privada, la descentralización administrativa, la proliferación de agencias públicas y la participación ciudadana.
La parte progresista del modelo Barcelona, se articuló en buena medida, a través de dar respuesta e incorporar las principales reivindicaciones de los movimientos sociales y vecinales de la época, conformando un urbanismo de corte “ciudadano”. En su momento, sobre todo durante los 70s y principios de los 80s, las prácticas y resistencias de las clases populares y las luchas de los movimientos sociales urbanos acabaron nutriendo de ideas, personas y propuestas poniendo las bases del diseño del patrón urbano de la ciudad. A modo de ejemplo, basta recordar las estrategias de contraplanificación y el papel de los planes populares, muchos de las demandas y elementos de los cuales, acabarán siendo posteriormente incorporados en los planes (oficiales) de reordenación urbana de algunos barrios del centro y de la periferia de la metrópolis. Pero los orígenes que dieron fuerza a la innovación municipal fueron debilitándose conforme se consolidó la democracia. La captura de los flujos creativos acabó “con un aparato del Estado que, sin permitir que estos espacios siguieran creciendo, acabó vaciando estas cuencas de creatividad (…) hay un momento de agotamiento de estos espacios” (Bonet, 2012).
Paralelamente, y de manera acuciante a partir de la nominación olímpica en 1986, se generan empresas público-privadas para actuar sobre la escala de distrito, como: PROCIVESA en Ciutat Vella, encargada del desarrollo urbano del centro histórico; PRONOVA en Nou Barris, desarrollo de la periferia obrera norte; REGESA especializada en el sector inmobiliario en Barcelona. En todas estas empresas hay una participación de capital privado cuya misión es ir produciendo arreglos espaciales a nivel de distrito. La obra pública se produce con capital público-privado, que puede aprovecharse de sus beneficios. Pero en los momentos de crisis, el capital privado no asume los riesgos. Pensemos por ejemplo en la burbuja inmobiliaria y el rescate público de la deuda bancaria. Es esta otra forma de «participación», donde el poder privado tiene un papel fundamental, la que acaba por situar un modelo de ciudad mercantilizada, y la que una y otra vez pone en crisis los espacios de participación ciudana.
La historia de la gobernanza en Barcelona nos explica gran parte de la acumulación de poder que tanto elites urbanas como finanzas globales tienen sobre la ciudad. El «empresarialismo urbano» es un modelo agotado, que produce desigualdad y que, de no revertirse, deja inoperante a toda fuerza institucional del cambio.
4. No hay participacion sin redistribución del poder
Podríamos resumir esta relación conflictiva y dinámica entre élites, institución, ciudadanía y movimientos en diversos ciclos que van del consenso a la gobernanza participativa y vuelven al disenso. La pregunta entonces que queda abierta para el resto de sesiones es ¿qué papel tiene la participación en este nuevo ciclo? ¿qué participación es necesaria para producir transformación social?
Sin pensar que esto es una historia lineal rellena de victorias que se oscurecen en periodos donde la gobernanza actúan como señuelo, en la primera sesión de este curso quisimos dejar claro que lo que está en juego no es tanto una serie de espacios abiertos a la opinión pública, sino mecanismos efectivos de redistribución del poder.
Si la gobernanza es «producto de dinámicas de transformación social y de las dinámicas capitalistas», sin dar poder a quienes menos tienen, no hace falta imaginar mucho para saber quién ganará esta nueva batalla. Esto es un reto colectivo, lo cual no quiere decir que se entregue un cheque en blanco con el objetivo de alcanzar consensos amplios.
Referencias:
Harvey, David (1989) From Managerialism to Entrepreneurialism: The Transformation in Urban Governance in Late Capitalism. Geografiska Annaler. Series B, Human Geography, 71 (1). The Roots of Geographical Change: 1973 to the Present. 3-17.
Bonet, Jordi (2012) El territorio como espacio de radicalización democrática. Una aproximación crítica a los procesos de participación ciudadana en las políticas urbanas de Madrid y Barcelona. Athenea Digital – 12 (1). 15-28
- Presentación usada durante la sesión
- Otros materiales de la sesión
Apuntes colectivos: <a href=»https://pad.riseup.net/p/cursparticipacio1″>https://pad.riseup.net/p/cursparticipacio1</a>
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